sábado, 19 de noviembre de 2011

No me esperes a cenar III


La casa estaba en lo alto de un cerro a tres cuartos de hora de la ciudad, para llegar hasta ella debía atravesar un prado serpenteado por una única carretera, la verja ocupaba todo el amplio de la misma y más, al llegar a ella me esperaban dos tipos que por su aspecto indicaban seguridad privada, el más bajo de ellos se acercó hasta la ventanilla y me indicó con el dedo que bajara el cristal.
-He venido a ver al sr Wikinson, me llamo Ruin.
Las manos de aquel tipo parecían palas, no me gustaría tener que echarle un pulso, podría envolverte la mano varias veces con la suya.
-Un momento Sr Ruin.
Se dirigió al interior de una garita situada en la parte interior de la verja e hizo una llamada. El otro tipo, mientras se acercó hasta el coche y se situó delante justo del faro izquierdo, el capó le llegaba a la altura de las rodillas, hacia por lo menos 2 metros.
-          El Sr Wikinson le está esperando, siga la carretera y al llegar a la casa verá a mano derecha el parking para las visitas. Le están esperando.
Les hice un gesto de despedida y enfilé el camino.  La construcción era un chalet de una sola planta y de la Escuela de Chicago, hormigón armado y vidrio. La pared norte estaba formada por grandes ventanas correderas mientras al otro lado la mampostería la formaban unos bloques de cemento prefabricados en la que destacaba una placa de bronce; no atiné a leer lo que ponía.  La puerta principal era de hierro forjado con un tirador de manija labrado. A la izquierda de la puerta principal había una piscina que precedía una serie de pistas de tenis y otras edificaciones que se perdían en una pared de granito.
Aparqué el Mustang en la zona de visitas y me dirigí a pié hacia la entrada de la vivienda; había otro tipo de igual aspecto que los de la verja de la entrada.
-          Sr Ruin, si me acompaña, el Sr Wikinson le está esperando.
Aquel tipo iba armado, por el bulto de la sobaquera debía ser una 38, era ancho de espaldas y corto de de piernas, a pesar de tener una pequeña barriga creo que podría correr los 100 metros sin problemas en menos de 15 segundos.
-          Sr Ruin, sea bienvenido pase por favor,.
Wikinson había abierto la puerta principal y se acercaba con ambos brazos extendidos. Vestía un  traje de sport recto con dos botones y largas solapas,  llevaba abrochado el botón superior.  Nos dimos la mano y me condujo hasta el interior de la casa, una estancia amplia con mucha luz. El suelo estaba formado por grandes losas de pizarra pulida, y aunque desde fuera no se percibía, había alrededor de la estancia una cenefa marmolada que desde el suelo se elevaba unos 50 centímetros hasta los ventanales.
Me indicó con la mano que le acompañara y nos dirigimos hacia una sala en la que destacaba un Picasso por encima de unas pequeñas esculturas de Giacometti.  Al fondo de la sala había varias puertas,  entramos en una de ellas y accedimos a un despacho con una gran biblioteca, me indicó un sillón y se dirigió a los que resultó ser un bar camuflado. Varios torreones de vidrio glaseado proporcionaban luz de ambiente a la estancia.

-          Le apetece tomar alguna cosa Sr Ruin?, si no le importa, yo me pondré un wiski.
“Seguro que Wikinson debía conocer a un industrial de los aires acondicionados y que con solo levantar el teléfono tendría una legión de operarios en su casa.”
-          Lo mismo que usted.
Se tomó su tiempo en preparar las bebidas, como si estuviera buscando las palabras.
-          Qué sabe usted de mí Sr Ruin?
-          Que tiene mi teléfono y yo no se lo he dado.
Se paró un momento y después se echó a reír, parecía una risa franca.
-          Bien, me basta, le he llamado porque necesito de sus servicios. Necesito que realice unas tareas de vigilancia para mí.
-          Por lo que he visto Sr Wikinson ya dispone de un equipo de seguridad propio. Por qué a mí?
-          Verá, Sr Ruin, el asunto es algo delicado, un tema familiar sabe, no es lo mismo tener unos guardaespaldas, que en definitiva es lo que son esos hombres que investigar un par de cosas con discreción.
No se equivocaba, sabía la función de cada uno. Esperé que continuara.
-          Verá Sr Ruin, es un asunto que me tiene bastante preocupado, aunque sé que en el fondo es una cosa de jóvenes, se trata de mi hija, bueno en realidad de mi hijastra. Sé que lleva varias semanas viéndose con un joven y quiero saber qué clase de joya es. Los caza fortunas existen. En fin solo quiero estar tranquilo al respecto.
-          Le ha preguntado directamente  a ella?
-          Si, lo he hecho, pero es imposible dialogar con ella, dice que no es de mi incumbencia, si a su madre no le preocupa por qué yo debo interferir en su vida y lo cierto es que algo de razón tiene, pero estaría más tranquilo conociendo algo más sobre ese muchacho.
-          Quiero saber hasta dónde llega esa relación, si es algo más que una amistad, y si lo es, quién es, ya me entiende.
-          Quiere saber en que ocupa su tiempo libre?
-          Exactamente eso es lo que necesito, hasta donde compra los yogures.
-          Qué edad tiene exactamente su hijastra  Sr Wikinson?
-           Acaba de hacer 22 años.
No parecía que hubiera nada más de lo comentado, era sí o no, el tema económico estaba garantizado además yo estaba allí por trabajo.
-          Tiene alguna foto de su hijastra?
Abrió uno de los cajones de la mesa del escritorio y me acercó un portafolio de cuero.
Había diversas fotos de la chica así como una lista de nombres y direcciones junto a un talón en blanco y firmado.  Miré la lista, estaba su nº de móvil así como el de la chica, Margaret.
Me incorporé y le tendí la mano.
-          Le mantendré al corriente Sr Wikinson, otra cosa, - Hay alguien más además de usted que deba tener conocimiento de esto? – Me refería por supuesto a su mujer Mirna. No pareció molestarle la pregunta.
-          -Nadie más debe saber de su trabajo Sr Ruin.

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