martes, 6 de diciembre de 2011

No me esperes a cenar V




 Me dirigí por la C25 hasta el cinturón industrial, antes de ver a Watson tenía otro asunto que resolver. Si el jueves volvían a la misma habitación, podía convencer a Watson para colocar una cámara. Rudi era la solución.
El polígono industrial había conocido mejores tiempos, ahora parecía un decorado fantasma, Las paredes de las naves estaban roídas, hacía años que los luminosos y el alumbrado público habían dejado de funcionar, la pintura de las puertas había desaparecido por completo. Me dirigí a la parte trasera de una de las naves donde había una pequeña puerta de metal y entré sin llamar.
-¡! Ruin, coño ¡¡, pensaba que te habías marchado de la ciudad, hace más de un año que no se te ve el pelo. Nos dimos un abrazo a pesar del mono que llevaba puesto, parecía la paleta de un pintor.
-El calor Rudi, es el jodido calor, en cuanto sales a la calle te dan ganas de buscarte un hueco en una nevera.
- Ja, ja, tengo cervezas frías, quieres una?
            -Venga esa cerveza.
Rudi después de dejar el ejército, había tenido varios oficios y al final, lo único que aprendió allí dentro, le sirvió para ganarse la vida. Los contactos y los sistemas de seguridad. Era ambas cosas era eficiente, no sé como lo conseguía ni le preguntaba, pero  podía proporcionarte una cámara con micro del tamaño de una lenteja. Siempre refunfuñaba.
-          Has visto lo que está ocurriendo con los bosques Ruin?
-          Si Rudi, acabaremos con árboles de plástico.
-          Es una canallada, sólo les preocupa gastar dinero en monumentos que les perpetúen.
-          Lo sé Rudi, ya hemos hablado de ello varias veces.
-          Si, es que no cambia nada, diferentes mamarrachos mismos problemas.
Yo me desternillaba, Rudi era un ácido anti muchas cosas, él lo focalizaba en los políticos. Nos reímos un buen rato recordando algunas de las imbecilidades monumentales, que habían consumado y sonado.
Desde un aeropuerto en el que no paraba un solo avión, millones de euros, hasta kilómetros de vías de alta velocidad en que la media de pasajeros al día no llegaba a 10. Así estuvimos hasta la cuarta cerveza, a Rudi le encantaba el tema.
-          Bueno Ruin, que es lo que necesitas?, porque alguna cosilla necesitarás?
-          Necesito un equipo de grabación camuflable y también una cámara de posición con visión nocturna, y que las pueda monitorizar.
Rudi se alejó hasta un pequeño cuarto que yo conocía, allí guardaba todos sus artilugios. El material pirotécnico lo tenía en un armario camuflado en la pared del fondo, tras una colección de almanaques de Pirelli.
-          Mira esta, es checa, muy buena, lente PIN HOLE, admite múltiples formatos HD 1080/69.94i, 1080/50i, 1080/29.97p y SD PAL y NTSC,  silenciosa  de alta velocidad con +/- 100º de movimiento horizontal, zoom digital... conexión wireless….
-          Y para el exterior?.
-          La dejarás a la intemperie? .
Asentí. Marchó de nuevo al cuarto y volvió al rato con otro paquete.
- Ya sabes cómo colocarlas, lo único que debes de tener en cuenta con ésta es la batería, dos meses como máximo. Más que suficiente pensé.
A Rudi lo había conocido en el ejército y al licenciarnos, estuvimos un par de meses recorriendo el país y haciendo el ganso, era un buen tipo.
Volví a la ciudad aún tenía que encontrarme con Watson el director del Hotel Santa Cruz y esperaba que le siguiera interesando mi dinero.
Eran cera de las 12 y la ciudad estaba como si la hubieran vapuleado, los equipos de limpieza ayudaban a dibujar cicatrices en las calles con sus mangueras, la gente se había echado a la calle y a pesar del bochorno que reinaba todas las terrazas estaban a rebosar.  Había que vivir.
Watson me hacía señas desde el fondo del bar, la luz era muy tenue, se había procurado una mesa discreta.
A las 2 de la mañana entré en mi departamento Watson era un tipo que tenía las cosas claras, mientras no tuviera que hacer “nada ilegal” estaba dispuesto a “ayudarme” a cambio de una pequeña compensación por su tiempo, es lo que hacemos todos, nuestro tiempo cuesta dinero.
Al día siguiente me levanté a las 4 de la mañana, a las 6 ya había colocado una de las cámaras justo enfrente de la verja de Wikinson, a aquella hora ni los pájaros se movían, la garita tenía una pequeña luz pero el vigilante dormía como los ángeles, tiré un par de piedras cerca y no se inmutó. Cómo podía esperar que nadie pensara siquiera en ponerle una cámara en las narices.
A las 9 de la mañana entré en el hotel y me dirigí hasta el bar, pregunté si habían dejado algo a mi nombre y efectivamente, tenía un sobre.
Me dirigí al ascensor, una vez dentro abrí el sobre, allí estaba la tarjeta de la habitación Atico-667, Watson me cubriría mientras colocaba la cámara.
A las 9.45 salí del hotel. Era miércoles, así que podía relajarme, tenía monitorizada la entrada de la finca y mañana si  aparecían de nuevo por el Hotel Santa Cruz tendría más información. Debía desayunar.
A las 11 entraba por la puerta de la oficina, un día más.
-          Linda, que me preguntabas sobre el puente?
-          Mañana jueves es fiesta, así que tal vez podría hacer puente hasta el lunes si no es que me necesitas para algo urgente.
-          No, creo que puedes tomártelo, ¡ pero el lunes a primera hora ¡
-          Gracias Ruin, iremos al lago Laguna Grande.
-          Bien, necesito que me localices a Miriam de tráfico Metropolitano.
-          Miriam González de tráfico metropolitano ?
-          La misma
Linda estaba convencida que había tenido o tenía algo con Miriam.
Miriam, había sido novia de Jiménez  un compañero de cuando estaba en Narcóticos, por aquella época coincidíamos mucho y acabamos siendo amigos, al dejar la división nos habíamos visto en un par de ocasiones.
-          Ruin, la Srta González de la metropolitana.
-          Gracias Linda.
-          Hola Miriam, cuanto tiempo, verás necesito que me hagas un favor
-          ………….
-          A las 6 paso a recogerte.
Me había llegado la propaganda de que habían abierto un nuevo restaurante en “Marlboro City”, el “BLANC BLUE”, porque no?, el prospecto decía que ofrecían comida española de alto nivel. Ya veríamos, era una  ocasión para conocerlo y a Miriam le encantaban este tipo de  sorpresas.
El calor había remitido. La recogí en su casa a las 6 y enfilamos la interestatal C401.  Miriam debía andar por los 40, pero por su aspecto físico parecía que se hubiera anclado en los treinta y poco. Tenía una melena negra que le llegaba hasta los hombros los ojos azules y una de las risas más bonitas que he visto nunca. Había estada casada con Jiménez durante dos años, al cabo de los cuales se divorciaron. No lo pasó bien, lo sé, habíamos hablado del tema, pero ella era de las personas que sólo le interesaba vivir el presente.
El “BLANC BLUE” resultó ser un restaurante que quedaba en la esquina de la décima con Windows, el local no era muy grande pero se comía bien.

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